Ismena

Ismena sentada en un banco de plaza. Las manos sobre las rodillas, sobre la pollera violeta que llega hasta el piso, que la arrastra cuando camina. Ay ella, tan sensata allí sentada, siempre queriendo ser tan coherente ahora en el ojo de la tormenta, callada, quieta, muerta de miedo a no poder salir de allí. Buenos Aires se eleva majestuosa, terrible sobre su cabeza, sobre su pequeña cabeza despeinada, las negras mechas que caen sobre sus hombros. Siempre tan correcta, alineada, como de pronto tan marginada, allí sentada mientras le habla ahora el propietario de aquel banco-cama. Quizás este invadiendo su espacio, ella tan prolija y a la vez desalineada, mezcla extraña, las uñas verdes, remera de la feria de allí a la vuelta, la pollera que arrastra. Y aquel hombre que no se atreve a mirar a los ojos, una voz que habla, voz carrasposa, que no modula bien, como un gruñido cerca suyo que ignora.
Ella tan buena, corrompida, escupida, manchada, dañada en alguna parte aunque no sepa donde. Ismena que quiso mantener el equilibrio necesario, que procuro manejar cada acto con tremenda racionalidad, tanta racionalidad que asusta, que enloquece, la mirada objetiva hasta marearse y creer que lo es y en realidad ver todo desde otro lado. Tan sola, vulnerable, un gruñido del lado izquierdo que no cesa. Caminar arrastrando la pollera. Caminar hasta cerca del agua, que bella. Mirarla largo rato abstraída. No hay una alineación positiva, no hay una chispa de algo bueno que la roce, las manos tiemblan y ella camina, los pies se mojan y ella camina, calles que ya no camina, tristes calles derechas agrisadas e iguales, y ella camina, las caminaba, cuanto vague por ellas, distraída, camina, sigue adelante, la mediocre vida, la lista de deseos no cumplidos, de objetivos preprogramados rota, ella, tan sensible, tan limpia, manchada, sucias las manos, camina, de su monotonía mi alma padece ahora.
{*en cursiva palabras de Alfonsina Storni, "Versos a la tristeza de Buenos Aires"}
Ella tan buena, corrompida, escupida, manchada, dañada en alguna parte aunque no sepa donde. Ismena que quiso mantener el equilibrio necesario, que procuro manejar cada acto con tremenda racionalidad, tanta racionalidad que asusta, que enloquece, la mirada objetiva hasta marearse y creer que lo es y en realidad ver todo desde otro lado. Tan sola, vulnerable, un gruñido del lado izquierdo que no cesa. Caminar arrastrando la pollera. Caminar hasta cerca del agua, que bella. Mirarla largo rato abstraída. No hay una alineación positiva, no hay una chispa de algo bueno que la roce, las manos tiemblan y ella camina, los pies se mojan y ella camina, calles que ya no camina, tristes calles derechas agrisadas e iguales, y ella camina, las caminaba, cuanto vague por ellas, distraída, camina, sigue adelante, la mediocre vida, la lista de deseos no cumplidos, de objetivos preprogramados rota, ella, tan sensible, tan limpia, manchada, sucias las manos, camina, de su monotonía mi alma padece ahora.
{*en cursiva palabras de Alfonsina Storni, "Versos a la tristeza de Buenos Aires"}